El ataque del malón



Es un tambor de cascos que va sobre la pampa.
Chuzas que todo hienden, bolas que todo abaten,
Y un huracán de crines rebeldes a las vinchas
Y un alarido largo que hace erizar las carnes.

Salió del horizonte –los indios!- este viento
Que deja, humeante, el rastro de sus devastaciones:
Llantos, incendios, robos, el pavor y la muerte,
Salió del horizonte… Se volvió al horizonte..[1]


El contacto con el aborigen fue una constante en la vida de las poblaciones de los territorios de frontera. Las relaciones no siempre eran conflictivas, a pesar de que la historiografía tradicional nos presentó un panorama bastante sombrío sobre las mismas. De hecho, existen testimonios dispersos que sugieren que los aborígenes mocovíes participaron en la construcción del fuerte de Los Sunchales (y los demás fuertes de la línea), a partir de un acuerdo entre el Teniente de Gobernador Gastañaduy y el cacique Evancoiri.

No obstante, es necesario aclarar que las relaciones entre aborígenes e hispanocriollos tuvieron altibajos a los largo de su historia. Para el caso santafesino, en las últimas décadas del siglo XVIII y,  aproximadamente hasta 1820, se establecieron vínculos diplomáticos entre las autoridades tardocoloniales y los grupos aborígenes del Chaco. En las décadas posteriores esas alianzas fueron debilitándose, y los naturales avanzaron con mayor frecuencia sobre las estancias y poblados. Hasta la década de 1860 la línea de fuertes de la que formaba parte Los Sunchales quedó nuevamente bajo el control de los aborígenes. Los fortines y poblados cercanos fueron abandonados total o parcialmente.  

Esta situación cambió a partir de la década de 1860. Después de la batalla de Pavón (1861)  Buenos Aires se había integrado al resto de las provincias en una posición dominante. El gobierno nacional se estableció en esta ciudad (durante la Confederación tenía sede en Paraná) y quedó durante varios años subordinado al gobierno provincial porteño. A pesar de ello se había logrado, por primera vez desde la Revolución de Mayo, establecer un gobierno nacional constitucional que abarcase a todas las provincias. Esta coyuntura prefiguró un proceso que se materializó en las décadas posteriores: la consolidación del gobierno nacional y de su control sobre el territorio.

En los años siguientes el gobierno nacional impulsó la conquista de aquellos territorios que aún estaban en manos de los grupos aborígenes: el Chaco y los territorios de La Pampa y la Patagonia.
El avance de la frontera norte santafesina fue encabezado por el General Manuel Obligado. A partir de la década de 1860 comenzaron a recuperarse territorios cuyo control se había perdido y se establecieron cantones de Guardias Nacionales en la frontera (éstos nuevos cuerpos militares reemplazaron a los Blandengues). El Conmandante de la Frontera Norte, Leopoldo Nelson, estableció un cantón en Los Sunchales hacia 1864.  

Las deserciones en el cantón eran recurrentes. Era frecuente que algún oficial, secundado por un grupo de soldados, se retirase llevándose consigo caballos y fusiles. Los guardias del cantón perseguían a los grupos de indígenas que robaban ganado y otros bienes de las estancias cercanas. Se trataba generalmente de pequeños contingentes de naturales que finalmente eran alcanzados y apresados por la tropa.

La vuelta del Malón de Angel Della Valle (1892)

Lo rutinario se apartó de la cotidianeidad del cantón hacia 1864. Los testimonios e informes de ataques al poblado y a la guarnición se multiplican para ese año. Los malones eran cada vez mas numerosos y las bajas en la tropa cada vez mayores. El padre jesuita Johann Auweiler (conocido como Juan José Auweiler), párroco de la colonia de Esperanza, debió movilizarse hasta Los Sunchales en este período para auxiliar a las víctimas del ataque de un malón. El testimonio de Auweiler fue transcripto por el historiador esperancino Pedro Grenón, y es uno de los registros mas desgarradores que existen sobre las consecuencias de dicho ataque:

“La tercera parte de sus moradores fueron asesinados, otros tantos heridos más o menos gravemente, y los que se salvaron sólo lo obtuvieron abandonándolo todo, y refugiándose en el Cantón militar, puesto para custodia y seguridad de aquella región, aunque sirvió de poco en esa emergencia.”

“Llegó a Los Sunchales, y el espectáculo que se ofreció a su vista fue, a la verdad, desgarrador. Las casas abandonadas y desiertas mostraban por todas partes señales evidentes de matanza, por los regueros y aun charcos de sangre humana que teñían los umbrales y el pavimento. Todo eran ruinas, restos de incendio, objetos destrozados y silencio de muerte. Fue al Cantón militar, situado cerca, y allí encontró los pocos habitantes que habían podido librarse del degüello general, muchos de ellos heridos, los cuales todos, temblando de miedo, temían de un momento para otro una segunda invasión de calchaquíes, que acabase con ellos.”

“El Padre auxilió como pudo a los enfermos con medicamentos, sirviéndole entonces a maravillas sus conocimientos de medicina, y a los sanos con palabras animosas, exortándoles a repeler el nuevo ataque si se ofrecía, o a buscar algún medio para evadirse del peligro pues desgraciadamente muy poco podía esperarse de los 15 o 20 soldados de guarnición que formaban el Cantón o piquete de avanzada, ya que además de ser casi todos ellos homicidas o ladrones, que por sus fechorías habían sido colocados en aquel sitio de peligro, más como confinados que como representantes del derecho, se hallaban sumamente escasos de municiones por haberlas gastado en sus cazas de avestruces y de gamos.
Quiso Dios que los indios no repitiesen la visita,  y así, habiéndoles atendido corporal y espiritualmente, en cuanto alcanzaban sus fuerzas, volvió el P. Auweiler a sus colonias, en donde era ya esperado con angustiosa impaciencia, pues cualquiera desgracia podía temerse por él, dadas las noticias que llegaban de Los Sunchales y que, como siempre sucede, todavía eran más negras que la misma realidad.”[2]



1- Poema “Malón” de Alvaro Yunque, en: Raone, Juan Mario – Fortines del desierto, Tomo I, Pág. 156

2- Grenón, Pedro – La ciudad de Esperanza (Provincia de Santa Fe). Historia documentada e ilustrada, Tomo I, Pág. 246 a 252